viernes, 13 de junio de 2014

"La Invención de Morel"

 "La invención de Morel" (Resumen)

Al parecer el texto nos muestra una escena bastante peculiar; el devaneo de un prófugo que llega a una isla y, al encontrarse con varias escenas que se repiten frecuentemente, siente una extraña sensación de estar viviendo entre la ficción y la realidad. No hay más presencia de vida que aquella que aletarga las horas, como repitiendo los mismo acontecimientos de unos extraños personajes que aparecen a lo alto de la isla en un recinto que parece abandonado por días extensos y es llenado de luces, música y vida por las noches cuando sube la marea. Nuestro personaje principal, el mismo prófugo que narra la historia, cuenta todas estas escenas preguntándose estas peculiaridades, ¿quiénes son esas personas, que repiten las mismas posturas, las mismas palabras, los mismos gestos, las mismas escenas? No puede imaginarse a qué se deba todo esto. Tal vez es una especie de ritual o es una extraña manera de sobrellevar el tiempo en el que el agua se encuentra más cerca de la tierra. En fin, procura acercarme mucho más, lento, como un gato sigiloso que es inducido al objeto por la curiosidad. Se impacta. Una joven a la orilla cerca del recinto, sentada en el borde lo que podría ser un acantilado, viendo el atardecer y las nubes llenándose de esa luz casi por desvanecer. Típica imagen de la hermosa dama que espera a su vizcaíno navegante, volviendo de las encrucijadas. El prófugo se acerca a verla todas las veces en la que ella se sienta a observar la  puesta, con los mismo ademanes, la misma ropa la delata; la observa sin temor a ser reprendido por alguien, incluso por ella mima, pues, aunque se a acercado lo suficiente con tanto ruido a propósito para que ella note su presencia, pareciera que no tiene otro objetivo más que observar el horizonte. Él ha intentado hablarle, pero ella no contesta. Empieza a sentirse como un fantasma en medio de la isla, no hay señales de vida más que la de los huéspedes y la hermosa dama, no puede haber otra persona que no lo vea y lo delate, su miedo a no ser visto empieza a incrementar. Pero, qué posibilidades hay que ¿en vez de ser él el fantasma, lo sean aquellos extraños hombres? Sin lugar a dudas, sospecha que aquella isla guarda un gran secreto. 

Hay un hombre. Hombre que parece ser el anfitrión de los sucesos. Hombre que todas las tardes llama a aquella hermosa dama a reunirse con los demás antes que la noche invada las nubes. La llama Faustine, ahora sabe que nombre ponerle a la poesía visual que viene componiendo cada tarde mientras la ve en sentada. Pero no se conforma con permanecer así, tiene que conocer qué pasa, qué misterio envuelve a aquella isla. Se determina. Recorre las banquetas y peldaños que rodean el recinto. Se adentra. Ve al dichoso hombre y todas las extrañas personas al rededor de él, escuchándolo y llamándolo Morel. Ahora ya son dos nombre los que conoce el prófugo. Morel habla del maravilloso éxito que tiene el experimento mientras lee unas hojas que deja en una mesilla; habla de lleva la imagen más allá de sus posibilidades, la capacidad de adquirir motriz sin necesidad de intervención humana. Una fotografía viviente que, o al menos que eso parezca, como si tuviera alma ¿Alma? Lo corrobora en las hojas que lee y que son las únicas que no desaparecen mientras los demás se han ido. Pero, antes de aproximarse a ellas, se da cuenta que no es él el fantasma, que los hombres que ve todas las noches no son más que ilusiones provocadas por algo. Le aterra pensar que se ha enamorado de una imagen. Lo descubre cuando entra al recinto y lo ve todo deteriorado, cuando un hombre entra a un baño todo derruido, mientras aquél, todo presentable como de la alta sociedad, hace sus necesidades en un lugar deplorable. La casa es lo único que no es ficción pero, la ficción lo toma como un recinto que esta en condiciones. ¿Qué pasa? ¿A dónde he llegado? ¿Todos son imágenes? Ya no puede haber otra explicación, Hay una máquina que hace que en determinado tiempo aparezcan estos seres y repitan una vez y otra "Té para dos y Valencia." No puede ser que mi hermosa Faustine sea una imagen con movimiento, se dice dentro de sí el pobre prófugo. El inventor es Morel no le cabe duda, todo se lo han revelado las hojas. 

Se determina. Sale de aquél lugar y se topa con planos de Morel, proyectores, transmisores, y empieza a hacer pruebas con ellos. Primero empieza a ver flores y animales que parecen van desarrollándose con el tiempo en una realidad ficticia. Por desventura y accidente coloca su mano izquierda en la transmisión como interviniendo un botón que cambia el rumbo de las cosas. Las flores y los animales después de unos días empiezan a morir. Una espeluznante indagación empieza a atormentar su mente. Piensa en los nativos y aborígenes que no se someten a la idea de ser fotografiados por las cámaras porque ellas les roban las almas cuando se convierten en imágenes y con el tiempo poco a poco mueren. Ahora ya no es temor el que se apodera de él, la tristeza lo hace su rehén. Mi pobre Faustine, la que se ha convertido en imagen, de la que estoy enamorado, realmente está muerta. Esto piensa aquel pobre hombre mientras se rehusa a este hecho. Decide morir también y convertirse en imagen, para vivir en ese eternidad con su amada Faustine. Empieza a hacer pruebas con las máquinas. Se interviene entre ellas para que éstas lo desintegren y se convierta en imagen. Configura todo, de tal manera que se repita una y otra vez, cada semana, la escena en donde él se encuentra por primera vez con su amada. Poco a poco se le va acabando el aspecto, como si fuera una extraña enfermedad. Su pelo empieza a caerse al igual que su piel, pero sabe que es parte del proceso que la máquina realiza para desintegrarlo, sabe que la máquina no le haría daño. Solamente espera, mientras confía y deja un carta a Morel en la que le pide de favor que se asegure su presencia entre las imágenes de su experimento. Que se asegure que pueda vivir para la posteridad en convivencia eterna con su amada Faustine. 

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